Hace unos pocos días sentada en una terracita de Londres, disfrutando de una taza de té con leche surgió una cuestión en cuanto a la preparación del mismo. Hay tantas formas de preparar un té que ni los propios británicos se ponen de acuerdo sobre cuál es la adecuada.
Por otro lado, una gran mayoria está de acuerdo en que, si se quiere tomar té con
leche, se debe echar primero la leche y sobre ella el té. Y no solo eso, tambien dicen que la leche debe ser fría y sin haber sido hervida anteriormente.
He aquí el porqué.
Los taninos,
uno de los principales componentes del té, son los responsable de su
sabor amargo y astringente.
Al añadir
leche al té, los taninos se unen a las proteínas de la leche y
disminuye en gran manera su astringencia. Es decir, se camuflará el sabor amargo del té. Si se echa la
leche sobre el té caliente, las proteínas lácticas se
desnaturalizaran en gran parte perdiendo entonces la capacidad de
enmascarar a los taninos.
Al echar el té caliente sobre la leche fría
se consigue que la temperatura aumente lentamente, dándole tiempo a
la leche a realizar su tarea antes de desnaturalizarse y perder su función. De la misma manera, en la leche hervida,
las proteínas ya se encuentran desnaturalizadas, por lo que se perdería su función enmascarante del sabor amargo característico del buen té.
Este es el estreno del blog cuya única finalidad es acercar la ciencia a todos. Y es que, hasta en las pequeñas cosas cotidianas, estamos rodeados de ciencia.
Viz.
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