sábado, 25 de febrero de 2012

¿fresas que por dentro son kiwis?

Escrbir en un búscador de internet la palabra tansgénico y que aparezca como primera imagen esto, una fresa que por dentro es un kiwi, directamente nos da una idea de la imagen que tiene la sociedad de los transgénicos. A mi, personalmente llega a indignarme.


 
Nos encontramos inmersos en una época de cambios hacia todas direcciones, en las que se considera a la especie humana como dominante y capaz de modificar el ambiente a su conveniencia.

Pero esto no es nada nuevo, desde que el hombre se asentó en el Neolítico y comenzó la práctica de la agricultura comenzó una cascada de procesos y conocimientos sobre la mejora de los seres vivos, en este caso de las plantas, por mera selección de las más productivas o de las que tuvieran mejor apariencia.

En este momento apareció por tanto la biotecnología, cuya finalidad es la modificación y fututa obtención de organismos para lograr mejorar la calidad de vida del hombre. Según esto, resulta evidente que su uso en cuanto a modificación, mejora y obtención de estas plantas, animales o microorganismos, podría suponer una buena solución a problemas que aquejan a la sociedad, sobre todo uno muy acusado: el hambre.

Un ejemplo para tal solución son los elementos transgénicos, representados por organismos, principalmente plantas, modificados genéticamente. En este caso la biotecnología actúa manipulando la información genética de los cultivos seleccionados al introducirles modificaciones que pueden ser cambios de color o sabor, o por ejemplo resistencia a plagas. Con esto se consiguen alimentos de mejor calidad tanto en nutrimento como en rendimiento económico. De tal modo que una planta transgénica en comparación con una natural no muestra diferencias físicas, pues la variación se encuentra en su interior.

Hace algunos años, marcas reconocidas de lácteos y cereales incluyeron en el comercio alimentos transgénicos. Esto generó una gran polémica a nivel mundial respecto a su venta y regularización.




Y la pregunta que surge es clara, ¿Estamos dispuestos a poner nuestra salud en manos de la ciencia?; la respuesta, para muchos, no lo es tanto.


jueves, 23 de febrero de 2012

17:00 hora local londinense. HORA DEL TÉ.



Hace unos pocos días sentada en una terracita de Londres, disfrutando de una taza de té con leche surgió una cuestión en cuanto a la preparación del mismo. Hay tantas formas de preparar un té que ni los propios británicos se ponen de acuerdo sobre cuál es la adecuada. 

Por otro lado, una gran mayoria está de acuerdo en que, si se quiere tomar té con leche, se debe echar primero la leche y sobre ella el té. Y no solo eso, tambien dicen que la leche debe ser fría y sin haber sido hervida anteriormente. 

He aquí el porqué.
   
Los taninos, uno de los principales componentes del té, son los responsable de su sabor amargo y astringente.


Al añadir leche al té, los taninos se unen a las proteínas de la leche y disminuye en gran manera su astringencia. Es decir, se camuflará el sabor amargo del té.  Si se echa la leche sobre el té caliente, las proteínas lácticas se desnaturalizaran en gran parte perdiendo entonces la capacidad de enmascarar a los taninos. 

Al echar el té caliente sobre la leche fría se consigue que la temperatura aumente lentamente, dándole tiempo a la leche a realizar su tarea antes de desnaturalizarse y perder su función. De la misma manera, en la leche hervida, las proteínas ya se encuentran desnaturalizadas, por lo que se perdería su función enmascarante del sabor amargo característico del buen té.




Este es el estreno del blog cuya única finalidad es acercar la ciencia a todos. Y es que, hasta en las pequeñas cosas cotidianas, estamos rodeados de ciencia.

Viz.